
Con el objetivo de integrar todas mis reflexiones y pensamientos, DICEN... se integra a partir de ahora en el blog INERCIA. Espero que disfruten.
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Reflexiones sobre aquellas ideas y tendencias que podrían cambiar el rumbo de nuestra historia
NUEVAS PROFESIONES DEMANDADAS EN EL 2015
En otra investigación, en este caso de la Universidad de Oxford, a través de la School of Social Sciences y con la visión puesta de una forma más cortoplacista, nos muestran, diferenciando por categorías, algunas actividades profesionales que pueden definir las nuevas vacantes en un futuro inmediato:
PROFESIONES DE NEGOCIOS Y RECURSOS HUMANOS
- Broker del talento: Administrará y venderá talento. Este profesional identificará las capacidades adquiridas por los trabajadores y las comercializará en organizaciones a escala global.
- Collective Intelligence Office: Será responsable de gestionar el conocimiento de la organización, y el encargado de potenciar y maximizar al capital humano y sus competencias.
- Gerente de Bienestar: Será un directivo especializado en proveer e implementar planes de beneficios para mejorar la salud laboral y el equilibrio de trabajo/vida personal de los miembros de una organización.
- Agility Consultant: Será un consultor de simplicidad y agilidad en los negocios. Ayudará a las organizaciones a racionalizar los procesos, la tecnología, sus estrategias y las herramientas de marketing.
PROFESIONALES DE ECOLOGÍA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL
- Sustainability Manager: Será el director encargado de velar por las buenas prácticas de la compañía en relación al cuidado del medioambiente y los vínculos con gobiernos y comunidades.
- Recicladores Ambientales: La necesidad de preservar recursos naturales impulsará la aparición de nuevos especialistas del reciclado. Éstos se encargarán de reconvertir los residuos tóxicos en materias primas para la producción o en nuevas fuentes de energía no contaminantes.
- Data Ecologist: Brindará datos a organizaciones públicas y privadas sobre la evolución de indicadores ecológicos y ambientales.
PROFESIONES MÉDICAS Y CIENTÍFICAS
- Geomicrobiólogo: Tendrá formación en geología, ciencias ambientales y microbiología, para trabajar en la creación de microorganismos que ayuden en las técnicas médicas del futuro y en la eliminación de la polución.
- Nanomédico: Serán médicos con formación en nanotecnología, para el desarrollo y operación de dispositivos para el cuidado de la salud.
AGRONEGOCIOS
- Tecnoagricultores: Utilizarán robots para el sembrado, el tratamiento químico y la recolección de los cultivos. Emplearán equipos de riego inteligente que adecuarán la humedad a las necesidades de los vegetales y dispondrán de computadoras conectadas a grandes redes de información agrícola.
- Acuicultores: Manejarán "plantaciones sumergidas", donde cultivarán y criarán distintas especies de animales y vegetales para el consumo. Serán especialistas en biología marina y genética. Actualmente, ya trabajan con moluscos y algas en recintos controlados.
PROFESIONES DE TECNOLOGÍA Y ENTRETENIMIENTOS
- Conectadores: Serán especialistas en empalmar fibras ópticas.
- Telecomunicólogos: Serán los especialistas que gestionarán la interconexión masiva de computadoras y sistemas electrónicos a través de redes de telecomunicaciones como Internet. En esta profesión habrá tanto técnicos como creativos.
- Holografistas: Especialistas en la creación de animaciones y espectáculos mediante la holografía, que permite crear objetos y escenarios tridimensionales, gracias a la técnica del láser.
Contemplando este gran abanico de posibilidades derivadas de las dos investigaciones, y que creo que la posible opinión generalizada merece un post dedicado a ello, me gustaría centrarme parcialmente en una, en la denominada Agility Consultant. Su description job, “será un consultor de simplicidad y agilidad en los negocios. Ayudará a las organizaciones a racionalizar los procesos, la tecnología, sus estrategias y las herramientas de marketing,” me recuerda a la profesión mencionada por el gurú Tom Peters en su libro The Little Big Things, JOS: Jefe Oficial de Simplificación.
Permitiéndome hacer una versión de este último, y por no centrarlo exclusivamente en el ámbito de las organizaciones, lo acabaría denominando como la profesión de Simplicador, interpretándola como una profesión de futuro de absoluta inmediatez.
El Simplificador
Como su nombre dice, su labor es hacer las cosas más simples, no confundir con realizar las cosas simples o que por el contrario, requieren sentido común. ¿Qué entiendo como simplificador? Aquel que precisamente tendrá la función de ‘simplificar la información’ que recibamos y nos ayude a decidir. Aquel que se dedique más allá de los anhelos de la tecnología a filtrar qué información es relevante para nosotros, que nos ayuda en el ‘qué leer para decidir o para disfrutar’. Aquel que conociendo nuestras inquietudes o retos, nos sintetizará la información, y no me estoy refiriendo a que realice dicha información para las empresas, me refiero a título consumidor final – ¿como freelance tal vez?- y que sirva para nuestro desarrollo profesional o personal. Será aquel que cada día buscará cual sería la información que necesitemos, y es que, ante el mercado actual de la sobreabundancia de información, no dispondremos ni del tiempo, ni de los recursos suficientes para tener la información adecuada en el momento adecuado. Estamos hablando de documentalistas transformados con una vocación y orientación personal. Estaríamos hablando de un Information Shopper –por seguir el hilo del Personal Shopper, que observo que no entra en los planes ni de La Association of Professional Futurists, ni de la Universidad de Oxford-.
La reflexión de esta nueva figura viene derivada de que hoy en día nos deberíamos hacer la pregunta de si disponemos de demasiada información. Bueno, más que pregunta es una realidad. El círculo vicioso de la superabundancia de la información está haciendo que corramos el riesgo de acabar perdidos como niños pequeños en el parque de atracciones de la información, donde cada vez más gente está más conectada a más contenidos y les resulta más difícil lidiar con ellos.
Según una encuesta fiable, el 28 por ciento de cada día de trabajo se pierde debido a exceso de información. Pero aún más profunda que esa es la sensación de que toda la información del mundo no puede ayudarnos a encontrar sentido a la propia información. Tenemos más y más formas de comunicarnos, al parecer, y cada vez menos que decir.
Frente este exceso de información, el proceso de informarse cada vez irá tomando más relevancia, así como la necesidad por desarrollar algunos instrumentos que nos permitan informarnos mejor. Con exceso o no, la pregunta recae en si efectivamente somos nosotros los que no somos capaces de manejar toda la información que nos llega. La inercia de leer la información, pero no de interpretarla. Nos hemos convertido en mercenarios del leer, pero difícilmente de razonar la lectura que hacemos, estamos volviendo a nuestra infancia, donde sí leíamos pero no razonábamos. Como decía en mi post de Entretenme, estamos convirtiéndonos en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información.
Según Pico Yer, ensayista y novelista británico, “nadie puede negar que la tecnología ha expandido infinitamente nuestras posibilidades. Pero cada vez más gente se está preguntando por qué estas herramientas de conexión nos están dejando tan agotados, desconectados y solos. Sólo alejándonos de nuestras máquinas, después de todo, podremos empezar a ver cómo hacer mejor uso de ellas. La tecnología nos ha dado el mundo; a nosotros corresponde ver lo que podemos aportar y aportaremos a la tecnología”.
Este agotamiento, viene condicionado también por la ansiedad que nos genera la imperiosa necesidad de estar informado, de estar al día, empezándose a producir los primeros casos de trastornos psicológicos. Y es que por ejemplo, Facebook y Twitter provocan estrés, según los británicos. Una encuesta realizada a 2.243 personas por la consultora The Foundation, durante el pasado mes de enero, en la que el 43% de los encuestados considera que las redes sociales “hacen perder el tiempo” y el 56% declara que son “irritantes”.
Y es que la información ya nos viene de muchas formas y miles y miles de fuentes: estructurada, como podrían ser los artículos, capítulos de libros, columnas de periódicos, etc… y desestructurada, a través de Twitter, Facebook y otras redes sociales o emails.
¿Demasiada información?
En un estudio realizado en Berkeley en el 2005, quizá considerado el primer estudio serio y riguroso que intentó llegar a una cifra sobre la cantidad de información que se produce anualmente en el mundo, se llegó a esta cantidad 2 hexabytes por año, 2 x 1018 por año; esta cantidad se produce en cualquier formato, es decir, aquí están incluidas las películas, los vídeos, los papeles que se hacen en las oficinas; están incluidos los libros, todo lo que representan contenidos realizados por una persona o por una máquina, por ejemplo aquí también están incluidos los datos recogidos por satélites meteorológicos, etc. Puede parecer que es poco, pero es una cantidad extraordinaria. 2 hexabytes al año es una cantidad impresionante, si la comparamos con los átomos que hay en el universo podríamos darnos cuenta de que estamos ante una cantidad muy importante.
Por tanto tenemos un punto de partida y tenemos una sociedad que está generando una cantidad de información como nunca había generado. Un ciudadano norteamericano tenía en los años 60, acceso a unas 18 estaciones de radio, 4 canales de televisión, 4.500 títulos de revistas. En el otro lado, en el 2005 –imagínense ahora, seis años después- el equivalente, 18.000 títulos de revistas, 20 millones de sitios en Internet, 2.400 millones de estaciones de radio en Internet.
La nueva interpretación del poder de la elección
Pero, ¿verdaderamente la información es poder? Siempre lo ha sido y siempre lo será, pero no tanto el tenerla, sino como he mencionado, el saberla utilizar.
La información es fuente de poder para el individuo, el propio Internet ha desarrollado la capacidad del consumidor para elegir por sí mismo entre múltiples opciones. Desde tiempos antiguos, tener la información justa en el momento oportuno ha significado ‘poder’ y solamente las personas o grupos de personas (nobles, iglesia, y más adelante, empresarios, gobiernos) que se podían permitir financiar ese intercambio de información disfrutaron de ese privilegio.
Es solamente a partir del final del siglo XIX, principios del XX, con la democratización de los medios de comunicación, como las cartas, el telégrafo, y el teléfono, que se fueron armonizando las infraestructuras que dieron lugar a una educación uniforme y global, y a un mejor movimiento de las mercancías y personas.
También el nivel de educación medio fue subiendo a lo largo de los siglos, permitiendo a la sociedad crecer en el plano económico, pero también en ‘agilidad intelectual’.
En esos últimos años, con el nacimiento de Internet, hemos visto disminuir drásticamente el periodo de latencia de la información (el tiempo que transcurre entre la necesidad expresada y su ‘realización’), permitiéndonos alcanzar nuevos niveles de capacidad individual.
En paralelo, hemos notado en las sociedades que más utilizan esas tecnologías, que las estructuras basadas en información privilegiada fueron perdiendo poder, en beneficio del individuo que, educándose con la información liberada, tenía a su alcance medios o servicios que anteriormente le hubieran costado mucho más, tanto en términos financieros como de oportunidad.
Debido a la mayor circulación de la información y a su disponibilidad inmediata, sumada a la educación global de la sociedad, experimentamos en estos años la última evolución de este modelo: una mayor libertad del individuo para tomar decisiones con responsabilidad que le permite expresar su diferencia a través de sus elecciones racionalizadas por la información oportuna.
Pero, esta libertad en la elección, ¿qué consecuencias e inconvenientes está generando?
Pongamos un ejemplo. A diferencia de hace unos quince años, ahora podemos decir que estamos en mercado saturado. Según una estimación, la cantidad de los diferentes tipos de productos y servicios disponibles que hoy se pueden adquirir en el mercado internacional asciende a unos 1010 artículos, lo que supone aproximadamente unos diez billones de productos diferentes que se pueden comprar, de antibióticos a objetivos fotográficos, pasando por servicios de contabilidad y lecturas del horóscopo.
Por lo tanto, la denominada democratización de la información y la posibilidad de que el individuo tenga la oportunidad de hacer sus propias elecciones a la hora de comprar, por ejemplo unas gafas, es cierto, pero el grado de complejidad y de que esté realizando la elección correcta en un tiempo relativamente óptimo no tanto. Estamos hablando de que los motores de búsqueda especializados de Internet, no pueden actualmente llegar a la cobertura de todos los productos de una misma categoría, interpretando así, que el beneficio teórico del poder de decidir, se sustentaría si lo hiciéramos en un tiempo record, aspecto que no es así. La verdadera subversión del consumo consiste en pensarse bien cada compra.
Siguiendo con el ejemplo de las gafas, inicialmente podríamos pensar que gracias a su esfuerzo de documentarse sobre el tema y al tiempo dedicado a la selección, el individuo disminuye en su propio beneficio el importe pagado para un mismo producto/servicio (en este caso, dos veces menos que en una óptica), pero ¿y el coste de oportunidad utilizado?, me refiero que si hemos invertido dos horas y media en la elección de las gafas, que implica la elección de la montura, así como de las diferentes opciones de sus lentes, y teniendo la suerte de disponer a nuestra disposición de una información relativamente adecuada, ¿qué más podríamos haber realizado en dicho periodo de tiempo? En este caso, ¿Cuánto tiempo nos hubiera supuesto realizarlo en una óptica aún sin tener el modelo idóneo y que se ajusta cien por cien a la montura deseada? Cuarenta minutos tal vez. ¿Y el coste? Un 20% más caro, posiblemente.
De aquí y de este ejemplo, que otra de las funciones del Information Shopper o Simplificador, sea la de aquel que haría que nuestra elección y selección de compra sea más fácil. Según y conociendo nuestros patrones de gustos, que fuera una persona que nos enviara las tres opciones más idóneas de gafas –como el que dice viajes, entradas, ropa, experiencias, cambio de coche, etc…, comportando para nosotros una decisión de 5 minutos máximo, y un coste relativamente económico. Toda aquella elección que nos supusiera más de 2 minutos debería ser subcontratada al Information Shopper o Simplifier.
Creo que a estas alturas deberíamos empezar a tomar conciencia de ello, de que esta borrachera de información es el impacto abrumador de lo evidente.
“Pierde una hora por la mañana y la estarás buscando todo el día,” Richard Whately (1787-1863) Arzobispo anglicano y educador británico.
Previamente a exponer la segunda parte de “El Management que viene”, he considerado oportuno mostrar una reflexión realizada a finales de 2006. Pertenece a un artículo que fue publicado en la revista corporativa de una multinacional petroquímica inmersa en plenos procesos de innovación en todas sus áreas, tanto comerciales, funcionales como de ingeniería. A fecha de hoy, y casi 3 años después, un directivo de la compañía me reafirmaba que había vuelto a leer el artículo ya que entonces no consideraba la innovación vital. Ahora, tal vez sea demasiado tarde, su área está teniendo tremendas pérdidas y su línea de productos se ha quedado completamente obsoleta. Me preguntaba si de lo escrito algo había cambiado, mi respuesta fue afirmativa: había cambiado su coste de oportunidad.
Aprovechando la situación, me he permitido realizar mínimas rectificaciones, el resto cada vez cobra más importancia.
“Todas nuestras organizaciones serán reinventadas –completamente- en los próximos 25 años. Todas nuestras carreras serán reinventadas –completamente- en los próximos 25 años. La seguridad en el trabajo, tal como la hemos conocido en las últimas tres o cuatro generaciones, ha muerto”. Con estas palabras, Tom Peters, gurú de la gestión empresarial, vaticinaba en su libro Re-imagine! lo que depararán los próximos años a la mayoría de las organizaciones.
El concepto famoso de que la única ventaja competitiva sostenible es aprender más rápido que tu competencia está dejando de ser un imperativo, el único nivel de competencia es ahora la hipercompetencia, un estado en el cual ya no es posible hablar de ventajas competitivas.
Todas estas afirmaciones nos hacen pensar que hoy por hoy, sentirse cómodo es suicida.
Probablemente necesitemos un nuevo modelo empresarial que sirva para la nueva economía, donde los pilares de los intangibles van tomando un protagonismo a un ritmo vertiginoso. Ya no solo nos tenemos que preparar para gestionar incertidumbre y complejidad, sino también llevar al extremo el concepto que nuevamente imperará y será el factor diferencial por excelencia: innovación en estado puro.
El ‘dulce’ viaje hacia la innovación
La propia definición etimológica de la palabra lo dice muy claro: proveniente del latín innovare, que significa acto o efecto de innovar, tornarse nuevo o renovar, introducir una novedad. Alterar, cambiar, mudar, modificar, transformar, transmutar, variar, corregir, rectificar. ¿Cuántos de estos verbos introducimos en nuestras organizaciones?
Me gustaría equivocarme, pero más allá del verbo ‘modificar’ o ‘rectificar’, el resto se queda simplemente en la definición, difícilmente en la acción.
Todos hablan de ‘innovación’, pero verdaderamente son pocos los que conocen el verdadero valor y significado de la palabra. Según una encuesta realizada por la compañía FutureThink –que elabora un ranking anual de empresas innovadoras- las cuatro definiciones más puntuadas son:
· Algo nuevo/único
· Que crea cambios o transformaciones
· Dirigido a una necesidad o a generar valor
· Relacionado con la creatividad
Creo que ninguna de ellas se acerca realmente al significado, me quedo con 13 definiciones –a modo de decálogo- que considero deberían ir cogidas de la mano:
Nº 1: Innovar es disponer de pensadores creativos y de alquimistas de la innovación. El pensador Charles Handy nos lo menciona claramente en su libro The Hungry Spirit: “Son personas capaces de producir algo de la nada. Su lucha no es con la naturaleza sino contra la hegemonía de las prácticas establecidas”.
Nº 2: Innovar es tener un clima que fomente continuamente la innovación. Innovar es percibir un WOW entre los profesionales de una organización, es hacer que la frase de Kevin Spacey comenta interpretando a Lester Burnham en American Beauty sea una realidad: “es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo, hace que te preguntes qué otras cosas puedes hacer que te habías olvidado”.
Nº 3: Innovar son ideas rompedoras, que generen nuevos negocios rompedores, son nuevos productos o servicios que representen un tanto por ciento de ingresos considerables.
Nº 4: Innovar es replantearse cómo el cliente me percibe, descubrir cuáles son sus 10 necesidades más evidentes. ¿Cuántas me faltan? ¿Cómo las abordo? ¿Me he avanzado a ellas?
Nº 5: Innovar es tomar conciencia de las palabras realizadas por la ex Directora General de Google para España y Portugal, Isabel Aguilera: “la innovación viene de aprovechar la riqueza creativa de todos… para llegar a innovar tenemos que revisar los principios de partida, el conocimiento de nuestro entorno, de nosotros mismos, de nuestros hábitos y metas”.
Nº 6: Innovar es analizar qué tenemos que ver/hacer/trabajar con Apple, Google o Youtube, empresas tecnológicas ‘del momento’, pero con tripas humanas. Las tres están entre las cinco compañías que más innovan en el mundo.
Nº 7: Innovar es prepararse para la excepción. Es necesario que las personas se ‘desenganchen’ de sus propias ideas, de forma que puedan ver los problemas de siempre desde una nueva óptica. El Talmud lo deja claro: “vemos las cosas no como son, sino como somos nosotros”.
Nº 8: Innovar es fijarse en Ferran Adrià: el mejor cocinero del mundo. Analizar cómo interpreta y reinterpreta los negocios, qué considera él innovación y lo que es diversificación en toda su extensión: quienes lo detestan, lo hacen porque ha roto con todas las convicciones y proclamado unas reglas desconocidas hasta ahora.
Nº 9: Innovar es analizar la aparición de productos con los que los clientes ni siquiera soñaban. ¿Seremos lo suficientemente imaginativos? Si queremos defendernos en la era de la revolución, no podemos exprimir estrategias del pasado. Rick Teerlink, antiguo director ejecutivo de Harley Davidson, lo tenía claro: “no vendemos motocicletas: somos un estilo de vida”. Tendremos que tener a todo el mundo, desde arriba hasta abajo, centrado en la captura de las oportunidades del mañana. Tomen nota: Detección Sistemática de Oportunidades (DSO).
Nº 10: Innovar es co-innovar: trabajar con el mundo para innovar, ¡eso si que es I+D+i! Haga del mundo su laboratorio –ahora denominado Innovación Abierta-. La radical estrategia de Procter&Gamble de innovación genera en la actualidad más del 35% de las innovaciones de la empresa y miles de millones de dólares de ingresos.
Otro caso lo tenemos en el multifacético empresario Richard Branson (¿Les suena Virgin?) lanzando desde el año 2006 concursos de ideas a nivel planetario, algunos de ellos, para acabar con el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero. Branson se comprometió a premiar con 25 millones de dólares a quien invente el sistema más efectivo para eliminar miles de toneladas de dióxido de carbono que ya están en la atmósfera.
Nº 11: Innovar es deconstruir lo que hacemos y ver la fuerza que tiene cada ‘pieza’ por separado. Utilicemos el término cogiendo como base la gastronomía: a finales de los 80 surge la deconstrucción en cocina, y su clave es modificar el aspecto, textura y combinación de los distintos alimentos para mejorar el estímulo sensorial que producen.
Nº 12: Innovar es analizar que más podríamos hacer con el know-how que tenemos, con los activos tangibles e intangibles. Ikea descubrió que podría realizar casas prefabricadas e instalarlas en…48 horas!!
Nº 13: Innovar es observar qué se hace en el mundo, e interpretar que el mundo no es fijarte continuamente en la competencia y, por lo tanto, tener miopía innovadora. Las empresas de un determinado sector suelen tratar de conseguir a los mismos clientes con ofertas poco diferenciadas. La clave es fijarse en compañías que uno nunca hubiera pensado en observar/comparar.
Sé que está pensando, y la respuesta es que ¡nunca es el mejor momento para innovar! Por lo tanto, ya llega tarde.